RAMÓN J. VELÁSQUEZ: UN ENSAYO EN CUATRO ARISTAS Por carlos Hernández Delfino
Las líneas que siguen se desprenden de los apuntes preparados a propósito del homenaje al Dr. Ramón J. Velásquez Mujica que organizó y llevó a cabo la Universidad Metropolitana, a través del Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri, el 1° de diciembre de 2021(1). Aquel encuentro y las líneas que siguen han representado un serio compromiso para quien ofrece estas notas porque mucho han dicho y escrito sobre el Dr. Velásquez quienes han estudiado su vida y su obra, con sobrada competencia y autoridad.
El tránsito del Dr. Velásquez entre nosotros fue prolongado, para fortuna nuestra y del país entero, y además ampliamente provechoso por la multiplicidad de facetas que fue capaz de ofrecernos, en todas las cuales apreciamos contribuciones fundamentales, definitivas y permanentes. Esa amplitud y el reto que significa abordarla para quien les ofrece estas notas, exige un esfuerzo de concreción y es por ello que su contenido se centra en cuatro aspectos, sin descuidar del todo algunas referencias colaterales que son necesarias para situar el contexto. En primer lugar, una síntesis de los aspectos centrales de su formación, así como de sus actividades periodísticas; segundo, una mirada a su carrera como funcionario público, porque servidor público, en el sentido más amplio del término, lo fue toda su vida; tercero, su última obra publicada; y, por último, su actuación en la empresa privada, siendo este aspecto, quizás, menos conocido que su tránsito por el sector público y su legado intelectual.
I
Desde muy temprano el Dr. Velásquez comenzó a apreciar el valor de la libertad. Pudo reconocer, en su propia experiencia, las formas en las que el poder reprimía o inducía temores para cohibir el ejercicio de las libertades ciudadanas que podían perturbar su hegemonía. Así fue, cuando siendo niño, caminaba por una calle de San Cristóbal acompañado de su tía y ella lo apremió a no mirar hacia el interior de la casa de habitación del gobernador, el temible Eustoquio Gómez.
Por esa impronta y su vocación por la política, la historia y el periodismo, además de sus convicciones democráticas, asumió desde muy temprano posiciones de liderazgo en sus tiempos de liceísta en San Cristóbal y en Caracas. Esas inquietudes se materializaron en foros de discusión sobre temas nacionales y regionales, y en la publicación de revistas, entre ellas Mástil, en el Liceo Simón Bolívar, que fue objeto de censura y de bloqueo en la imprenta donde se confeccionaba la revista en aquella ciudad. Igualmente, Futuro, órgano del centro de estudiantes del Liceo Andrés Bello que Ramón Jota (como en general se hace referencia al Dr. Velásquez sin merma alguna del debido respeto que nos inspira) dirigía y presidía, respectivamente. Esta última revista fue prohibida en 1934 por la Gobernación de Caracas a raíz de un artículo sobre las políticas de educación que resultó urticante para el régimen. Fue corredactor de la revista FEV, el medio de la Federación de Estudiantes de Venezuela; cronista, redactor y columnista en los diarios Ultimas Noticias, El Nacional (2), El País; redactor en la revista Signo, una “tribuna del urredismo legal” en tiempos de dictadura; trabajó en la revista Elite como jefe de redacción (allí nació Tiempo y Drama de Antonio Paredes, en su primera versión por entregas); fue fundador y director de El Mundo y dos veces director de El Nacional.
La publicación del Libro negro de la dictadura a comienzos de octubre en 1952, le deparó una estadía en prisión, junto con aquellos que redactaron e hicieron posible esa publicación: Simón Alberto Consalvi, cercano amigo por muchos años y colega periodista e historiador; José Agustín Catalá, el editor, y Leonardo Ruiz Pineda, el líder, amigo entrañable desde los días de su adolescencia en San Cristóbal, compañero en el largo y tortuoso viaje que ambos emprendieron hacia Caracas en 1934, quien fue asesinado por la dictadura el mismo mes de octubre de aquel año 1952. Figuraban también en la plantilla de redacción del libro, Juan Liscano, Héctor Hurtado, René Domínguez, Jorge Dáger y Héctor Alcalá. El material, ya elaborado para un segundo volumen con la contribución adicional de Jorge Salazar Meneses, se extravió en el allanamiento de la Seguridad Nacional a los talleres de impresión. Varios de aquellos luchadores tuvieron como destino la cárcel ‒con la terrible experiencia que para muchos significó la reclusión en tiempos de dictadura‒ y otros el destierro. Nuestro Ramón Jota conoció, en la segunda mitad de la década de los años 1950, las vejaciones, así como también el abatimiento físico y moral que se practicaba en la cárcel Modelo de Caracas y en la de Ciudad Bolívar.
Vemos pues que la temprana vocación de periodista y editor de Ramón Jota, que ejerció a plenitud en todas las actividades posibles, desde la más modesta tarea de imprenta hasta la dirección de medios, se vio obstaculizada en algunos casos y abiertamente reprimida en otros, con la cárcel como destino.
Luego de la muerte de Gómez comenzó a fluir mayor información a través de los medios, lo que contribuyó a acercar la gente a las consignas de los movimientos que darían origen a los partidos políticos venezolanos del siglo XX. Se dieron a conocer propuestas de reformas al igual que programas de acción destinados a satisfacer las demandas de una población que crecía en número a la par de sus necesidades. Esa ircunstancia debe haber contribuido a formar una valoración compartida del ambiente de libertades que comenzaba a perfilarse y, por tanto, a estimular las reacciones provocadas por movimientos retrógrados en aquel ambiente de mayor flexibilidad para la acción política y la libertad de expresión. A su vez los factores de poder eran relativamente permeables a los impulsos modernizadores que reclamaba la sociedad, dando así inicio a necesarias aperturas políticas y a importantes reformas concretadas durante la presidencia del general Eleazar López Contreras y continuadas hasta 1948.
Las experiencias vividas por el Dr. Velásquez, su temprana acumulación de conocimientos, formados con el estudio sistemático, acompañado del intercambio con sus mayores y sus pares; su notable capacidad de comprensión de la idiosincrasia de los venezolanos, de sus carencias y anhelos, así como su aguda y penetrante interpretación de la historia, consolidaron su compromiso con la democracia y con el servicio público como medios para impulsar las trasformaciones necesarias en la ruta hacia una verdadera inclusión participativa de la población. Su tesis doctoral en Ciencias Políticas en la UCV, sobre la responsabilidad política de los ministros en el marco de la Constitución, nos sugiere su empeño de siempre para convertir en acciones su pensamiento democrático, renovador y formativo de la conciencia de los venezolanos.
II
La diversa y provechosa carrera de servicio público del Dr. Velásquez se inició en la Corporación Venezolana de Fomento en 1946. Siendo muy joven comprendió a cabalidad la necesidad de impulsar el desarrollo sectorial y regional desde el Estado con base en la creciente renta petrolera, cuando el régimen político tenía la voluntad y, en algún grado, la capacidad de realización para promover el desarrollo, y se habían alcanzado reformas institucionales de importancia ‒como ya lo apuntamos‒ a partir de 1936. Ambas condiciones eran necesarias para que la economía venezolana, desfasada en su proceso de industrialización, pudiese avanzar. Así surgió, años más tarde, Corpoandes, la primera corporación de desarrollo regional, creada en 1964.
Desde esa perspectiva y también desde las propiamente políticas, culturales e históricas, apreciamos el apego a la tierra de sus orígenes, dentro de un pensamiento con dimensiones universales que le permitía establecer asociaciones pertinentes y valiosas, en el tiempo y en el espacio. Promovió el estudio y la divulgación de los valores de la región, con la mirada puesta en toda la anchura de Venezuela. Fue un estímulo activo y permanente para el desarrollo de jóvenes talentos con la intención de preservar la memoria histórica y así tenemos, por ejemplo, la Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, creación suya y de otros intelectuales apegados a su región, a propósito del cuarto centenario de la fundación de San Cristóbal. La Biblioteca supera ya los 200 títulos, sobre la historia, la cultura, las costumbres, educación, gastronomía, política, sociedad, religión, entre muchos otros, de esa región del país. Su primera conferencia, siendo un adolescente, se tituló Influencia del Táchira en la vida nacional y su tesis de bachiller en Filosofía en el Liceo Andrés Bello, versó sobre El Táchira y su proceso evolutivo.
De regreso a la carrera pública del Dr. Velásquez, anotamos que fue electo senador por su Táchira natal y diputado por el estado Miranda en 1958, ambas postulaciones presentadas por el partido Acción Democrática. Asumió la Secretaría de la Presidencia entre 1959 y 1963, durante el gobierno de Rómulo Betancourt. Fue ministro de comunicaciones en el primer gobierno de Rafael Caldera entre 1969 y 1970. A fines de 1984 fue creada la Comisión para la Reforma del Estado (COPRE) y el Dr. Velásquez fue designado presidente junto con el Dr. Carlos Blanco como secretario ejecutivo. Fue presidente de la Comisión Presidencial de Asuntos Fronterizos colombo-venezolanos (COPAF) desde su designación en 1989 hasta que fue nombrado presidente de la República en 1993.
Haremos una breve estación en el tema de la COPRE, para resaltar la visión del Dr. Velásquez con respecto a la necesidad de establecer un orden democrático que favoreciera la participación de los venezolanos en las decisiones políticas que procurasen su bienestar (3) . La descentralización fue el eje de las reformas políticas de inmediata aplicación. No se trataba de un enunciado vacío, carente de eficacia política, ni de un orden que en realidad significara una descentralización nominal, como fue en tiempos de Guzmán Blanco con sus delegados nacionales (4), o como ha sido el caso, más recientemente, en nuestro propio tiempo y espacio venezolanos. La propuesta desde el seno de la COPRE era una verdadera reforma, que implicaba cambios en la distribución del poder político a favor de los gobiernos locales, con elección popular directa de gobernadores y alcaldes, transferencias de competencias y nuevos arreglos fiscales de los cuales surgió el Fondo intergubernamental para la Descentralización (FIDES) en 1993, con base en los recursos recaudados con el Impuesto al Valor Agregado (IVA), establecido ese mismo año. Fue solo en 1989, en la segunda administración del presidente Carlos Andrés Pérez, cuando se materializó la elección directa de gobernadores y alcaldes, entre otras reformas de la mayor trascendencia impulsadas por ese inconcluso gobierno.
Las cualidades resaltantes del Dr. Velásquez que hicieron posible una amplia consulta y la construcción de consensos para cumplir con el complejo mandato asignado a la COPRE, estuvieron también presentes durante su gobierno de ocho meses entre 1993 y 1994. Nos referimos al compromiso que inspiraba su convocatoria, a su cabal comprensión de las transformaciones institucionales necesarias con fundamento en su interpretación de las realidades de cada momento, su capacidad de comunicación, su persistente búsqueda de consensos y su tesonera actividad. En síntesis, todo aquello que le conocimos y que configura al hombre de Estado y al político que tan certeramente caracterizó Simón Alberto Consalvi, por medio de las condiciones indispensables que esos dos atributos presuponen, es decir, el conocimiento y cabal comprensión del país y de su gente, del proceso histórico y de las constantes que lo vertebran, además de una apropiada identificación de las posibilidades y los rumbos que puedan conectar a los venezolanos con el progreso y el bienestar. Requiere además esencialmente ‒insistimos‒ de un compromiso real y permanente.
La crisis desencadenada por los acontecimientos militares y políticos de los años 1992 y 1993, desembocó en la suspensión de las funciones del presidente Carlos Andrés Pérez y lainterrupción de un programa de gobierno de amplias miras, que ya mostraba sus primeros frutos. Para cubrir ese vacío, en transición hacia el inicio de un nuevo mandato presidencial, las organizaciones políticas con representación parlamentaria acordaron proponer al Dr. Ramón J. Velásquez que asumiera esa responsabilidad. Su decisión final fue el resultado de reflexiones propias que confluían en un sentido o en otro, de una variedad de consultas y de insistentes peticiones de prominentes políticos para que aceptara esa designación.
El gobierno presidido por el Dr. Velásquez, del 5 de junio de 1993 al 2 de febrero de 1994, estuvo marcado por riesgos considerables, limitaciones en la gestión y un clima de seria perturbación económica, que fue el escenario en el que hizo erupción la crisis bancaria de 1994, con el colapso de un conjunto de instituciones que concentraban cerca de 50% de los depósitos del público. En su gabinete no participaron factores de los principales partidos por saberse comprometidos en la venidera campaña electoral. Fue una situación sobrevenida, sin tiempo para formular planes, sin comisiones de enlace, con escasos recursos y en medio de una seria crisis política, institucional y económica.
A la incertidumbre generada por los acontecimientos políticos, se sumaba la desconfianza generalizada en la estabilidad de un amplio segmento del sistema bancario y en la moneda nacional, con la consecuente salida de capitales, el impacto de las medidas adoptadas para contenerla y la abrupta concentración de depósitos en un conjunto de instituciones acreditadas con la confianza de los depositantes.
A comienzos de 1994 era necesario enfrentar los factores desencadenantes de la crisis y atender la demanda de depósitos de la clientela de las instituciones comprometidas en su liquidez y en su solvencia, pero las perspectivas fiscales eran más severas que las del año previo. En esas circunstancias, el presidente Velásquez anunció al país, el 20 de enero de 1994, acompañado de sus ministros y de las autoridades financieras, al igual que de representantes de los partidos políticos y del comisionado del Presidente electo, Dr. Rafael Caldera, el conjunto de medidas que estaban siendo adoptadas para conjurar la crisis del sistema financiero y asegurar la continuidad del sistema de pagos del país, mediando la decidida actuación del Banco Central de Venezuela. El desarrollo de esa crisis se manifestó en una escala y profundidad considerables, en medio de una situación general de inestabilidad y de astringencia fiscal, que desembocó en la instauración de controles de cambio y de precios (1994) en la administración del presidente Caldera.
En 1996, en medio de una favorable evolución del mercado petrolero y en el marco de las medidas de política económica adoptadas por ese gobierno con el apoyo del Fondo Monetario Internacional (FMI), fueron suspendidos los controles. Así, fue adoptado por el gobierno un programa de estabilización y reformas conocido como la Agenda Venezuela, en el marco de un acuerdo formal con el FMI, que contempló una facilidad crediticia precautoria limitada a US$ 1.400 millones, de la cual, efectivamente, se utilizó algo más de un tercio. Este programa fue asumido y desarrollado gracias al impulso promotor de Teodoro Petkoff, para entonces ministro de Cordiplan, con el antecedente del intercambio con funcionarios del nivel técnico del FMI, que ya se venía realizando desde el Banco Central de Venezuela.
El gobierno de transición del Dr. Velásquez contribuyó eficazmente a reducir la inestabilidad política, institucional y económica. Habilitado por el Congreso, concretó importantes reformas, incluida la creación del IVA y la modificación de la Ley de Bancos, que debió haber sido aprobada mucho antes si no hubiesen privado los rezagos en la dinámica parlamentaria de aquellos años. Ese desfase, que pudo haberse evitado si la comprensión de la necesidad de la reforma hubiese estado acompañada de la voluntad política para concretarla, explica, en el plano institucional, una de las causas de la crisis puesto que la liberalización del sector financiero antecedió las reformas necesarias para fortalecer la supervisión bancaria e inducir disciplina y sanas prácticas en el manejo de esas instituciones. Al concluir su gestión, el balance que apreciamos hace justicia a la labor cumplida, más allá de la conocida frase del Dr. Velásquez: “no me caí, ni me tumbaron”.
III
Sobre la dilatada obra del Dr. Velásquez, la de su propia creación, como la que logró compilar en un voluminoso acervo de publicaciones que representa un inmenso rescate documental, es poco lo que se pueda añadir luego de los autorizados aportes de la Dra. Catalina Banko, del profesor Ramón González Escorihuela, de Luis Hernández Contreras, Ildefonso Méndez Salcedo, de los autores de importantes contribuciones referidas al final de estas notas, entre otros calificados estudiosos de la obra de nuestro hombre. Sí debemos destacar la más alta valoración que pueda hacerse a la penetración del Dr. Velásquez en nuestra historia, con su capacidad de articulación y de análisis, que nos ha abierto las puertas a la comprensión de procesos y personajes de singular importancia. De la misma forma, son imprescindibles las colecciones que reúnen el pensamiento, las creencias, principios y motivaciones de quienes contribuyeron al proceso de formación de la República y fueron actores principales en nuestra accidentada vida republicana, así como también las ideas y acciones de personajes fundamentales, en torno a los cuales giró la vida política del siglo XX. Hacemos una mera enumeración de las colecciones cuya existencia debemos al Dr. Velásquez, que incluye el boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Pensamiento político venezolano del siglo XIX, Pensamiento político venezolano del siglo XX, Venezuela Peregrina, y Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX. Presidió la Fundación para el Rescate del Acervo Documental Venezolano (FUNRES), que en sus 20 años de existencia logró localizar y reproducir un voluminoso cuerpo de documentos distribuidos en los archivos oficiales de varios países.
En ambas vertientes, la de su propia cosecha y la historiográfica, encontramos en la obra del Dr. Velásquez ese luminoso acercamiento a personajes de nuestra historia más lejana, pero también a contemporáneos suyos, a quienes conoció y trató con cercanía suficiente como para retratarlos en su más exacta configuración. Su obra Caudillos, historiadores y pueblo nos ofrece esas posibilidades (5). El título escogido por el autor para ese, su último libro, nos guiará en una breve aproximación a la obra.
El caudillismo es un fenómeno presente en la historia de Hispanoamérica, notablemente en Venezuela, por el carácter violento que asumió la guerra de emancipación y nuestra convulsionada historia republicana, hasta el advenimiento de la paz a comienzos del siglo pasado. Los caudillos que reconocemos como tales en las páginas de nuestra historia eran hombres de peculiar fortaleza, competitivos, carismáticos, con prestigio y un poderoso ascendiente afectivo. Eran líderes que favorecían a sus seguidores con beneficios materiales propios, o ajenos en la mayoría de los casos. Enarbolaban sus propios objetivos políticos revestidos de lo que resultaba comprensible y atractivo a las masas que los seguían. Así entendemos el fenómeno del caudillismo. Según nuestro siempre recordado Simón Alberto Consalvi, el Dr. Velásquez “el caudillismo lo atrajo como fenómeno histórico y se propuso descifrar sus códigos” (6). En este libro, el autor aborda el tema en los ensayos sobre Páez y Antonio Guzmán Blanco, pero podemos distinguir entre ellos: Páez fue “el modelo de los caudillos venezolanos”, mientras Guzmán, el doctor y general, no encaja en ese modelo.
La primera de las tres etapas en las que el Dr. Velásquez resume el tránsito de Páez por la historia es la del guerrillero temible, el líder indiscutido de grandes masas de llaneros. Luego nos habla del político “frío, calculador y ambicioso”, primer presidente de la República de 1830, que con su predomino e influencia conjuró las crisis de los primeros tiempos. Pero también nos retrata al anciano, enfermo y pobre que recapitulará su vida y se dedicará a redactar sus memorias para conservar el recuerdo de muchas de sus hazañas y explicar o justificar sus actuaciones más controvertidas, como la dictadura de 1861 que fue, según palabras del caudillo, “una hora menguada”. La tragedia histórica de Páez, según nuestro Ramón Jota, fue “la de haber sobrevivido sus buenos días.”
Guzmán Blanco era un hombre ilustrado que no poseía el carácter de Páez, ni compartía las mismas ambiciones, como tampoco podríamos establecer paralelismos en sus gobiernos. Nos referimos, desde luego, a los gobiernos deliberativos de Páez, no a su dictadura de 1861. Guzmán, “el autócrata civilizador” se dedicó a formar alianzas y aliados que desde la política le permitieran asegurar su permanencia en el poder y también a erigirse estatuas que fueron finalmente despedazadas. Guzmán construyó un sistema de lealtades que fueron efectivas en los primeros tiempos, pero empezaron a revertirse por el peso de su autocracia y por sus ausencias del país para dar satisfacción a sus apetencias parisinas. Su tenacidad para mantenerse en el poder, directa o indirectamente, se debilitó frente a los hechos y así fue como un buen día se cuenta que le dijo a su esposa “Ana Teresa vámonos porque las gallinas están cantando como gallos”. Aun así, nos recuerda el Dr. Velásquez que sin dejar de lado su autocracia, egolatría y sus errores políticos, existe coincidencia en considerar la obra institucional, física y cultural de Guzmán ‒y añadiríamos de ímpetu modernizador‒ como la de mayor trascendencia entre aquellas realizadas en el siglo XIX (7).
En este libro, el Dr. Velásquez dedica un espacio especial a los historiadores Caracciolo Parra Pérez, Enrique Bernardo Núñez y Ramón Díaz Sánchez. Del primero destaca su densa y monumental obra histórica, escrita en función de patria, pero con indiscutibles vinculaciones universales. Recordemos que el Dr. Velásquez ingresó como individuo de número a la Academia Nacional de la Historia, al sillón que había pertenecido al ilustre historiador Parra Pérez y es por ello que en Caudillos, historiadores y pueblo se incluye su discurso de incorporación. El Dr. Velásquez fue también miembro, con el mismo carácter, de la Academia Venezolana de la Lengua. Encontramos en la obra comentada a Núñez y a Díaz Sánchez, revestidos de sus atributos como narradores e historiadores. El ensayo sobre Núñez no solo es preciso en su finalidad, es también una hermosa pieza literaria. En Díaz Sánchez reconoce las dificultades de aproximarse a un hombre de múltiples facetas, difícil de interpretar: era novelista, dramaturgo, historiador y periodista. Al final el Dr. Velásquez penetra en ese mundo polifacético para concluir que “la comprensión y explicación de la patria es la obra de Díaz Sánchez.” En la segunda parte del libro, encontramos a “Los que no llegaron”. Podría entenderse que se trata, en algunos casos, de quienes no lograron completar el ciclo político que pudiera esperarse de sus luchas. Pero es posible, al viajar por las páginas de esta obra, atribuir un sentido más general a la condición de no haber llegado, pues allí se reúnen Santiago Briceño, Domingo Castillo, José Rafael Pocaterra, Jóvito Villalba, Luis Beltrán Prieto Figueroa y Leonardo Ruiz Pineda. Hombres con pasión por Venezuela, forjadores de libertades, promotores de los valores de la democracia que dedicaron su existencia al bien común y supieron crecer en la valoración y el aprecio de los venezolanos. Con varios de sus contemporáneos allí mencionados el Dr. Velásquez tuvo una relación directa que le permitió escribir sobre ellos, “como si estuviese escribiendo sobre sí mismo”; así lo afirma el Dr. Consalvi. Finalmente, el último vocablo del título de esta obra, “pueblo”, nos ofrece la visión del protagonista permanente y acompañante inseparable de caudillos, historiadores, intelectuales y líderes, es decir, el pueblo venezolano. Así lo entendemos en el contexto de la obra que comentamos. Pero la concepción de lo que es el pueblo viaja en nuestra historia asociada al contenido que, en la acción política, le atribuye la dirigencia de cada momento y de cada programa político a la idea de pueblo. A esa reflexión invita también la obra del Dr. Velásquez, y de atenderla continuaríamos esa ruta apoyados por los aportes del Dr. Diego Bautista Urbaneja en este tema. IV Como punto de cierre tenemos la experiencia del Dr. Velásquez en el sector privado, concretamente en el Banco del Caribe a cuya junta directiva se integró por invitación de su presidente-fundador el Sr. N. D. Dao, un emprendedor, con clara visión de las posibilidades que ofrecía el país y acertada comprensión de sus necesidades, nacido en el Líbano pero que hizo suya esta patria nuestra. El Dr. Velásquez participó en ese cuerpo directivo entre agosto de 1979 y mayo de 1993. Fue además presidente de Transvalcar, una empresa dedicada al transporte de valores que era parte del grupo que tenía por eje al banco. Su pasantía de varios años en esa posición le deparó la satisfacción de una experiencia exitosa en términos de la expansión y el desenvolvimiento que experimentó Transvalcar bajo su conducción. Se le recuerda por su dedicada atención a los temas tratados en las reuniones de la junta directiva, con relación a los cuales indagaba en los pormenores hasta satisfacer su necesidad de comprensión para luego ofrecer sus opiniones en intervenciones breves y directas. Su estrecha vinculación de siempre con la provincia, lo convertían en un candidato de primera prioridad en los viajes de trabajo al interior del país, que realizaba con entusiasmo y compromiso. Un aspecto también de grata recordación, eran las tertulias que giraban en torno a su conversación sobre los hechos y personajes de nuestra historia y el acontecer nacional (8). La relación del Dr. Velásquez con el grupo Bancaribe no se interrumpió con su retiro de las actividades que hemos mencionado brevemente, pues continuó favoreciéndolo con su amistad y su cercanía, además de su relación con las actividades de la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura, de la cual destacamos la obra que hemos comentado, al igual que el primer número de la colección Biblioteca Biográfica Venezolana dedicada al general y presidente Joaquín Crespo. Esta colección, de 152 volúmenes, fue publicada en el marco de la alianza constituida por El Nacional y la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura (9). Tomamos la oportunidad para destacar la importante iniciativa de la Fundación Ramón J. Velásquez al crear, recientemente, el Premio que lleva su nombre, dedicado al estudio de su obra histórica e historiográfica, su actividad periodística y su trayectoria como servidor público y como estadista. Con esta finalidad se ha constituido una alianza que reúne a la Fundación Ramón J. Velásquez, la Academia Nacional de la Historia, la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura, y la Universidad Metropolitana. En estas líneas hemos pretendido destacar lo esencial de cuatro de las aristas que forman la dimensión cívica de ese venezolano de excepción que fue Ramón J. Velásquez, quien con su obra y su ejemplo orientará los rumbos que transformarán las realidades de nuestro país en aquellas por las cuales trabajó y luchó toda su vida.
Carlos Hernández DelfinoCaracas, febrero de 2022
En este libro, el Dr. Velásquez dedica un espacio especial a los historiadores Caracciolo Parra Pérez, Enrique Bernardo Núñez y Ramón Díaz Sánchez. Del primero destaca su densa y monumental obra histórica, escrita en función de patria, pero con indiscutibles vinculaciones universales. Recordemos que el Dr. Velásquez ingresó como individuo de número a la Academia Nacional de la Historia, al sillón que había pertenecido al ilustre historiador Parra Pérez y es por ello que en Caudillos, historiadores y pueblo se incluye su discurso de incorporación. El Dr. Velásquez fue también miembro, con el mismo carácter, de la Academia Venezolana de la Lengua. Encontramos en la obra comentada a Núñez y a Díaz Sánchez, revestidos de sus atributos como narradores e historiadores. El ensayo sobre Núñez no solo es preciso en su finalidad, es también una hermosa pieza literaria. En Díaz Sánchez reconoce las dificultades de aproximarse a un hombre de múltiples facetas, difícil de interpretar: era novelista, dramaturgo, historiador y periodista. Al final el Dr. Velásquez penetra en ese mundo polifacético para concluir que “la comprensión y explicación de la patria es la obra de Díaz Sánchez.” En la segunda parte del libro, encontramos a “Los que no llegaron”. Podría entenderse que se trata, en algunos casos, de quienes no lograron completar el ciclo político que pudiera esperarse de sus luchas. Pero es posible, al viajar por las páginas de esta obra, atribuir un sentido más general a la condición de no haber llegado, pues allí se reúnen Santiago Briceño, Domingo Castillo, José Rafael Pocaterra, Jóvito Villalba, Luis Beltrán Prieto Figueroa y Leonardo Ruiz Pineda. Hombres con pasión por Venezuela, forjadores de libertades, promotores de los valores de la democracia que dedicaron su existencia al bien común y supieron crecer en la valoración y el aprecio de los venezolanos. Con varios de sus contemporáneos allí mencionados el Dr. Velásquez tuvo una relación directa que le permitió escribir sobre ellos, “como si estuviese escribiendo sobre sí mismo”; así lo afirma el Dr. Consalvi. Finalmente, el último vocablo del título de esta obra, “pueblo”, nos ofrece la visión del protagonista permanente y acompañante inseparable de caudillos, historiadores, intelectuales y líderes, es decir, el pueblo venezolano. Así lo entendemos en el contexto de la obra que comentamos. Pero la concepción de lo que es el pueblo viaja en nuestra historia asociada al contenido que, en la acción política, le atribuye la dirigencia de cada momento y de cada programa político a la idea de pueblo. A esa reflexión invita también la obra del Dr. Velásquez, y de atenderla continuaríamos esa ruta apoyados por los aportes del Dr. Diego Bautista Urbaneja en este tema. IV Como punto de cierre tenemos la experiencia del Dr. Velásquez en el sector privado, concretamente en el Banco del Caribe a cuya junta directiva se integró por invitación de su presidente-fundador el Sr. N. D. Dao, un emprendedor, con clara visión de las posibilidades que ofrecía el país y acertada comprensión de sus necesidades, nacido en el Líbano pero que hizo suya esta patria nuestra. El Dr. Velásquez participó en ese cuerpo directivo entre agosto de 1979 y mayo de 1993. Fue además presidente de Transvalcar, una empresa dedicada al transporte de valores que era parte del grupo que tenía por eje al banco. Su pasantía de varios años en esa posición le deparó la satisfacción de una experiencia exitosa en términos de la expansión y el desenvolvimiento que experimentó Transvalcar bajo su conducción. Se le recuerda por su dedicada atención a los temas tratados en las reuniones de la junta directiva, con relación a los cuales indagaba en los pormenores hasta satisfacer su necesidad de comprensión para luego ofrecer sus opiniones en intervenciones breves y directas. Su estrecha vinculación de siempre con la provincia, lo convertían en un candidato de primera prioridad en los viajes de trabajo al interior del país, que realizaba con entusiasmo y compromiso. Un aspecto también de grata recordación, eran las tertulias que giraban en torno a su conversación sobre los hechos y personajes de nuestra historia y el acontecer nacional (8). La relación del Dr. Velásquez con el grupo Bancaribe no se interrumpió con su retiro de las actividades que hemos mencionado brevemente, pues continuó favoreciéndolo con su amistad y su cercanía, además de su relación con las actividades de la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura, de la cual destacamos la obra que hemos comentado, al igual que el primer número de la colección Biblioteca Biográfica Venezolana dedicada al general y presidente Joaquín Crespo. Esta colección, de 152 volúmenes, fue publicada en el marco de la alianza constituida por El Nacional y la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura (9). Tomamos la oportunidad para destacar la importante iniciativa de la Fundación Ramón J. Velásquez al crear, recientemente, el Premio que lleva su nombre, dedicado al estudio de su obra histórica e historiográfica, su actividad periodística y su trayectoria como servidor público y como estadista. Con esta finalidad se ha constituido una alianza que reúne a la Fundación Ramón J. Velásquez, la Academia Nacional de la Historia, la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura, y la Universidad Metropolitana. En estas líneas hemos pretendido destacar lo esencial de cuatro de las aristas que forman la dimensión cívica de ese venezolano de excepción que fue Ramón J. Velásquez, quien con su obra y su ejemplo orientará los rumbos que transformarán las realidades de nuestro país en aquellas por las cuales trabajó y luchó toda su vida.
Carlos Hernández DelfinoCaracas, febrero de 2022
Notas:
(1) Reiteramos nuestro agradecimiento a las doctoras Catalina Banko y Thais Maingon por la invitación a participar en ese foro y por la osibilidad de interactuar con quienes, con definitiva autoridad, han compartido con nosotros sus apreciaciones sobre este preclaro venezolano. Fue también motivo de especial satisfacción haber participado en aquel encuentro con mis apreciados amigos, los doctores Tomás Straka y Gustavo Velásquez Betancourt. El autor agradece las observaciones de las doctoras Catalina Banko y María Elena González Deluca al presente escrito.
(2) En esos tiempos, luego de haberse graduado de abogado en la UCV (1943), Ramón J. Velásquez fungió como articulista en materia política en el diario Últimas Noticias y coordinó la sección de Economía de El Nacional, fundado en 1943. En 1945 fue publicada, en el primero, la entrevista que realizó el Dr. Velásquez al Dr. Diógenes Escalante, complementada con la información que pudo recabar mediante el apoyo de Lola Escalante, hermana de quien estaba llamado a ser candidato a la presidencia de la República por el Partido Democrático Venezolano (PDV), y seguramente hubiese sido electo por el Congreso para el período 1946-1951, de no haber mediado las conocidas contingencias de su salud mental. Los aportes de su propia imaginación que incluyó en la entrevista, tal como fue publicada, anunciaron, tal vez, el carácter de sus Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez.
(3) Hemos tenido presente la intervención del Dr. Carlos Blanco en el foro-homenaje de diciembre 2021, al que ya se hizo referencia con relación a la COPRE y al rol cumplido por el Dr. Velásquez en esa comisión.
(4) Así nos lo ha explicado con rigor investigativo el profesor Francisco Soto Oraa de la Universidad de los Andes, en la obra citada al final de este artículo.
(5) Referimos nuestro “Saludo al lector” en esa obra como influencia principal de esta sección.
(6) Prólogo del Dr. Simón Alberto Consalvi a Caudillos, historiadores y pueblo.
(7) En otro trabajo nuestro hemos destacado el manejo activo e innovador del endeudamiento público en tiempos de Guzmán Blanco, percibido desde la óptica institucional y la propiamente financiera, como uno de los avances de importancia alcanzados durante su administración. Esa gestión estaba alineada con los objetivos de ordenar las finanzas públicas y desarrollar las capacidades técnicas y administrativas para de esa forma generar confianza en la conducción de la hacienda pública, como una condición imprescindible que permitiese asegurar el financiamiento necesario para el país. No debemos pasar por alto, sin embargo, que se conformó en el guzmancismo una trama de intereses en la que coexistían iniciativas progresistas y convenientes para el país, con negocios que respondían a la motivación de lucro personal. Con relación a este último aspecto, destacamos la importante obra de la Dra. María Elena González Deluca, citada al final de este ensayo.
(8) Agradecemos las referencias del Dr. Edgar A. Dao con relación a los aportes del Dr. Velásquez desde las posiciones mencionadas y las experiencias compartidas durante su estadía en el grupo Bancaribe. Hemos recordado también los testimonios del Dr. Velásquez en las conversaciones sostenidas con él.
(9) La Biblioteca Biográfica Venezolana está conformada por 150 volúmenes, más dos volúmenes homenaje dedicados a Simón Alberto Consalvi y a Ramón J. Velásquez.
(1) Reiteramos nuestro agradecimiento a las doctoras Catalina Banko y Thais Maingon por la invitación a participar en ese foro y por la osibilidad de interactuar con quienes, con definitiva autoridad, han compartido con nosotros sus apreciaciones sobre este preclaro venezolano. Fue también motivo de especial satisfacción haber participado en aquel encuentro con mis apreciados amigos, los doctores Tomás Straka y Gustavo Velásquez Betancourt. El autor agradece las observaciones de las doctoras Catalina Banko y María Elena González Deluca al presente escrito.
(2) En esos tiempos, luego de haberse graduado de abogado en la UCV (1943), Ramón J. Velásquez fungió como articulista en materia política en el diario Últimas Noticias y coordinó la sección de Economía de El Nacional, fundado en 1943. En 1945 fue publicada, en el primero, la entrevista que realizó el Dr. Velásquez al Dr. Diógenes Escalante, complementada con la información que pudo recabar mediante el apoyo de Lola Escalante, hermana de quien estaba llamado a ser candidato a la presidencia de la República por el Partido Democrático Venezolano (PDV), y seguramente hubiese sido electo por el Congreso para el período 1946-1951, de no haber mediado las conocidas contingencias de su salud mental. Los aportes de su propia imaginación que incluyó en la entrevista, tal como fue publicada, anunciaron, tal vez, el carácter de sus Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez.
(3) Hemos tenido presente la intervención del Dr. Carlos Blanco en el foro-homenaje de diciembre 2021, al que ya se hizo referencia con relación a la COPRE y al rol cumplido por el Dr. Velásquez en esa comisión.
(4) Así nos lo ha explicado con rigor investigativo el profesor Francisco Soto Oraa de la Universidad de los Andes, en la obra citada al final de este artículo.
(5) Referimos nuestro “Saludo al lector” en esa obra como influencia principal de esta sección.
(6) Prólogo del Dr. Simón Alberto Consalvi a Caudillos, historiadores y pueblo.
(7) En otro trabajo nuestro hemos destacado el manejo activo e innovador del endeudamiento público en tiempos de Guzmán Blanco, percibido desde la óptica institucional y la propiamente financiera, como uno de los avances de importancia alcanzados durante su administración. Esa gestión estaba alineada con los objetivos de ordenar las finanzas públicas y desarrollar las capacidades técnicas y administrativas para de esa forma generar confianza en la conducción de la hacienda pública, como una condición imprescindible que permitiese asegurar el financiamiento necesario para el país. No debemos pasar por alto, sin embargo, que se conformó en el guzmancismo una trama de intereses en la que coexistían iniciativas progresistas y convenientes para el país, con negocios que respondían a la motivación de lucro personal. Con relación a este último aspecto, destacamos la importante obra de la Dra. María Elena González Deluca, citada al final de este ensayo.
(8) Agradecemos las referencias del Dr. Edgar A. Dao con relación a los aportes del Dr. Velásquez desde las posiciones mencionadas y las experiencias compartidas durante su estadía en el grupo Bancaribe. Hemos recordado también los testimonios del Dr. Velásquez en las conversaciones sostenidas con él.
(9) La Biblioteca Biográfica Venezolana está conformada por 150 volúmenes, más dos volúmenes homenaje dedicados a Simón Alberto Consalvi y a Ramón J. Velásquez.
Algunas Referencias Bibliográficas
- Biblioteca de autores y temas tachirenses, Ramón J. Velásquez. Apreciaciones sobre una labor realizada, Biblioteca de autores y temas tachirenses, Caracas, 2007.
- Catalina Banko, Ramón González Escorihuela, Ramón J. Velásquez, un país una vida, Fundación Fondo Editorial Simón Rodríguez, Mérida, Venezuela, 2010.
- Catalina Banko, Ramón González Escorihuela, Ramón J. Velásquez, Volumen homenaje, Biblioteca Biográfica Venezolana, Caracas, 2016.
- María Elena González Deluca, Negocios y política en tiempos de Guzmán Blanco, Comisión de Estudios de Postgrado, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, segunda edición, Caracas, 2001.
- Luis Hernández Contreras, El Dr. Velásquez. Una historia nunca contada, Producción Cultural Tachirense, San Cristóbal, 2012. En especial “Ramón J. Velásquez. Notas sobre mi vida”.
- Carlos Hernández Delfino, La deuda en la historia de Venezuela, manuscrito.
- Karl Krispin, “Ramón J. Velásquez, la historia misma”, Prodavinci histórico, https://historico.prodavinci.com/2014/06/25/actualidad/ramon-j-velasquez-la-historia-misma-por-karl-krispin/
- Ildefonso Méndez Salcedo, Ramón J. Velásquez. Un testigo de la historia de Venezuela, Fundación de Estudios Históricos, San Cristóbal 2013.
- Autobiografía del general José Antonio Páez, Petróleos de Venezuela, S. A., Caracas, 1990.
- Francisco Soto Oraa, El delegado nacional y las políticas del centralismo en Venezuela (1870-1903), Premio Rafael María Baralt, Academia Nacional de la Historia / Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura, Caracas, 2020.
- Diego Bautista Urbaneja, Pueblo y petróleo en la política venezolana, Monteávila editores, segunda edición, Caracas, 1995.
- Universidad Metropolitana, Universidad de las Andes – Táchira, Ramón J. Velásquez. Estudios sobre una trayectoria al servicio de Venezuela, Caracas, 2003.
- Ramón J. Velásquez, Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez, décima edición, Ediciones Centauro, Caracas, 1997.
- Ramón J. Velásquez, Joaquín Crespo, Biblioteca Biográfica Venezolana, Volumen 1, Tomos I y II, El Nacional / Banco del Caribe, Caracas, 2005.
- Ramón J. Velásquez, “José Agustín Catalá. ‘Signo’ y la cárcel”, Prólogo del libro, Con segunda intención, Tomo I, Caracas, 1990. Puede encontrarse en la Sala de Investigación Ramón J. Velásquez, Centro de Investigación de la Comunicación, Universidad Católica Andrés Bello, Red Venezolana de comunicación y Cultura: <https://saber.ucab.edu.ve/xmlui/bitstream/handle/123456789/9314/rjv001419900900.pdf?sequence=3&isAllowed=y>
- Ramón J. Velásquez, Caudillos, historiadores y pueblo, Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura, Caracas, 2013.